lunes, 8 de noviembre de 2010

Tres- De nuevo en el Rumbos



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DE NUEVO EN EL RUMBOS


Cuatro personas en la mesa: dos hombres y dos mujeres. John, canadiense, 67 años, casado con Yolenys, cubana, sentada a su lado. Manuel, español, 54, con su hija Bárbara.


Las chicas mucho más jóvenes: una 23 y la otra 22. La mayor, Yolenys, mulata y coqueta, con enorme sonrisa, aún más enormes ojos y una melena hecha trencitas hasta la cintura; toda la vida en Baracoa y ganas de marcharse. La otra, Bárbara, pelo algo más corto y cuidadosamente enredado en rastas, española de piel clara y cuerpo atlético, apenas unos días en la ciudad, de paso. Ambas beben de sus latas de Bucanero. Bárbara apenas habla, mientras que Yolenys se deshace en risas, gesticula, comenta, le pega a John de manera cariñosa. Todo en un inglés limpio y correcto en el que a veces se cuela hasta acento norteamericano.

En la mente de la española sólo cabe una pregunta: “¿Cómo es posible?”. Mira a Yolenys, luego mira a John y luego vuelve a mirar a la mulata. No lo entiende, no le cabe en la cabeza cómo esa belleza puede estar con aquel señor maltrecho. No es un maduro interesante, es un viejo gordo y con verrugas que se niega a aceptar su calvicie y la esconde con cuatro pelos largos y grasientos recogidos en una cola ridícula. Su padre conversa educadamente con la pareja. John mira a Yolenys con cariño y ella le sonríe pícara. Hay complicidad, pero las cosas siguen sin encajar a los ojos de Bárbara. “¿Follarán?”, se pregunta.

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