viernes, 5 de noviembre de 2010

---- Playa Maguana

PLAYA MAGUANA

Al menos yacía bajo el sol. Era tarde y la sombra de los matojos amenazaba con alcanzar sus toallas en poco tiempo. Allí estaban: Bianca, Diana y el alemán. Por la resaca, por la pereza o por los problemas de idioma, la conversación era escasa y atrancada. No era la italiana quien tenía que resolver el silencio, así que se limitó a tumbarse y absorber todo el sol que quedaba, entregándose a la maleabilidad de la arena y el sonido del mar.

Era la primera vez que recibía el año en bikini y no estaba nada mal. Se sumergió en las olas templadas del Caribe y dejó que su cuerpo flotara unos instantes. No le apetecía mover un dedo, ni siquiera para nadar. Nada, no quería absolutamente nada, ni hablar, ni pensar, ni socializar. Notó que la luz se frenaba y comenzó a llover. Sonrió. “Siempre bajo el agua”, pensó. En la orilla, el alemán acariciaba la espalda de Diana, que permanecía tumbada boca abajo y con la cabeza girada hacia el lado contrario, como si todo aquello tampoco fuera con ella. Las gotas fueron la excusa perfecta para ir a sentarse al chiringuito.


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