lunes, 15 de noviembre de 2010

Seis- El cabreo de Bianca

EL CABREO DE BIANCA

La italiana esperaba encontrarle allí con sus amigos, pero Eddy no apareció tampoco aquella noche. Era la única persona que le había despertado curiosidad en todo el tiempo que llevaba en la isla. Se sirvió un vaso de ron que iba tomando en pequeños y espaciados tragos, no acababa de acostumbrarse a esa bebida a secas. Mientras tanto, a su alrededor, la conversación era cada vez más fluida y las batallitas cubanas se llenaban de expresiones y risas. Noah hablaba de la escena que había presenciado en casa de alguno de ellos, de cómo la abuela movía la cabeza a ritmo del heavy que sonaba en el casete, resignada ante los gustos musicales de su nieto, diciendo “Y qué le voy a hacer, a todo se acostumbra una”.

Yuri, Eddy, Omar... todos ellos podían ser catalogados como “frikis”, lo que significaba que les gustaba otro tipo de música más allá de la salsa y las canciones de moda en la isla y que vestían distinto al resto. Unos llevaban drelos, otros algún piercing; iban con camisetas negras, turbantes o prendas desteñidas, casi siempre regalos de amigos extranjeros. Ni siquiera compartían los mismos gustos, pero tenían en común el sentirse diferentes y ser tratados como diferentes.
Omar era el cantante de un grupo de reggae formado por cuatro mulatos que reivindicaban sus raíces africanas. Era fácil reconocerles porque solían vestir con estampados de su continente “de origen” y pañuelos en la cabeza que ayudaban a que sus rastas se formaran de manera natural. Ensayaban por las tardes en una sala de la Casa de la Cultura, pero ésa era toda la colaboración que habían podido obtener por parte del Estado, que no miraba con buenos ojos todos unos comportamientos considerados más propios de un extranjero que de un cubano. Días antes de que Bianca, Diana, Fabrizio, Bárbara y Manuel llegaran a Baracoa, el 26 de diciembre, un concierto suyo había sido cancelado por incluir una bandera jamaicana en el espectáculo. La policía fue muy clara: “no se pueden utilizar banderas que no sean la cubana”. La única opción que les dieron fue que presentaran una queja, pero ellos sabían que la respuesta tardaría meses en llegar y tampoco les iba a decir nada nuevo. La cancelación no habría sido tan grave, si no hubiera sido tan difícil organizar el concierto. La música era un bien abundante en Cuba y los músicos eran los mimados de Fidel, pero no cualquier músico ni cualquier música. Llevaban meses preparando el espectáculo, esperando que les dieran permiso y fecha en el Parque Infantil, consiguiendo todo lo necesario... y ni siquiera pudieron terminar el primer tema. Mientras conseguían otro permiso, se tenían que conformar con que les dejaran cantar una o dos canciones en el Rumbos, antes de que los salseros comenzaran con su show de música en directo.

-Asere, ¿y Eddy dónde se metió? -preguntó Omar a Yuri en uno de los momentos de la conversación.
-¡A mí qué me vas a preguntar! Chico, qué sé yo. No le vi en todo el día.
-No, asere, ya sabes que yo me asusto rápido...
-No jodas, asere, tú si eres optimista, chico.
-¡Mira lo que hicieron conmigo! O lo que hicieron con tu hermano...
-Lo de mi hermano no tiene nada que ver, asere, él sí merece que lo tengan encerrado.
-Creía que no tenías hermanos -dijo Bárbara extrañada.
-Como si no lo tuviera, ése no tiene nada que ver conmigo –respondió Yuri.

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