viernes, 11 de febrero de 2011

Fin- Baracoa

BARACOA

Los paisajes bajo la lluvia, los colores mojados e intensos de los montes, del río, de las palmeras. La carretera de La Farola, ésa que llevó el progreso a Baracoa y donde se vendían los cucuruchos de coco que tanto gustaban a los turistas. Verde, verde y verde, que de tan verde se veía azul y morado cuando ya estaban lejos.

Cuando ya estaban lejos.

Media vuelta- Nombre de Rock'n Roll

NOMBRE DE ROCK'N ROLL

Ya de camino, Bárbara sacó un papel doblado del bolso.

-Toma -dijo a Diana-, me la dio Omar para ti.

La española lo desdobló. Era una carta llena de palabras cariñosas y faltas de ortografía, escritas con bolígrafo y letra de niño. Al dar la vuelta a la hoja vio que era el cartel del concierto, el que estaba colgado en su habitación la noche que les detuvieron.

-¿Cuándo te la dio?
-Después de marcharte tú él se fue, y al rato volvió con esto.

Diana rompió a llorar, sintiéndose más ridícula aún que la noche anterior. Bárbara le abrazó sin decir nada. Manuel, sentado delante y enfrascado en una viva conversación con el conductor, no se percató, y el muchacho argentino le animó como pudo sin conocerla de nada.

-Eh, compañera, ¿cómo os llamás?
-Diana.
-Da-ia-na -repitió con impostado acento americano-, ¡tenés nombre de Rock'n Roll!

Ella no pudo menos que reír por lo ridículo de la frase. Miró al muchacho por primera vez desde que le había visto y se encontró con un chico que no estaba nada mal. Se acordó de Thomas, ¿qué habría sido de él? “Era un imbécil”, se repitió. Luego pensó que igual lo llamaba al llegar a La Habana. Siguió llorando hasta quedarse dormida entre los brazos y sobre las piernas de Bárbara, que le acariciaba el pelo.

jueves, 10 de febrero de 2011

Media vuelta- A las ocho frente al hotel

A LAS OCHO FRENTE AL HOTEL

Aquella mañana llovía como no solía hacerlo a esas horas y eso añadió prisa a los pasos de Diana. El fango de la calle se colaba entre la chancla y el pie, haciendo que se resbalara y dificultándole el camino hasta el hotel. Allí estaba Manuel, sereno y sonriente hasta el final. Bárbara: gafas de sol, pocas ganas de marcharse y muchas de caer dormida en la parte de atrás del taxi.

Mojados y extraños, se refugiaron bajo el marco de la puerta de entrada del hotel y esperaron. El chófer estaba allí, el coche también, incluso Amanda, Yaquelín y Fabrizio, que habían ido a despedirse, pero faltaba la italiana que no había dormido en su cama.

Y esperaron a que llegara Bianca.

Tras un café caliente y largo, la comisión partió en un monovolumen nuevo, de ésos que no olían a gasolina ni a excursiones añejas, sin la italiana. Los tres españoles y un cuarto chaval al que no conocían de nada y que, muy amable, había accedido a esperar con acento argentino.