martes, 2 de noviembre de 2010

----- El ron

EL RON



La realidad cubana resultó ser algo compleja, por no decir esquizofrénica, y Diana aprendió pronto a sentarse y beber unos rones antes de sacar cualquier conclusión. Lo del mojito era para turistas, la verdadera opción, la buena, era comprar una botella de Habana Club (Bacardi ni siquiera se vende en la isla) y compartirla con quien quisiera unirse a la mesa: otros españoles, un belga, el amigo alemán del belga, Bianca, el viejo canadiense casado con una mulata 40 años más joven que él, algún amigo cubano. Ron puro, sin hielo ni aditivos, servido en vasos de plástico de los que no sonaban al brindar. Y, si cada uno de los presentes pagaba una botella, la noche se dilataba hasta hacerse demasiado grande para una memoria como la de una joven cualquiera.

Se despertó al lado de un desconocido.

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