miércoles, 3 de noviembre de 2010

----- La salsa

LA SALSA



La teoría la sabía muy bien: undostres, cincoseissiete, undostres, cincoseissiete... y así indefinidamente, con combinaciones de vueltas, medias vueltas y todo lo que pudiera caber dentro de ese esquema. Diana se lo repetía sin cesar en cuanto se había tomado dos rones: “¡Pero si es super divertido, Bianca! ¡Te estás perdiendo la esencia de Cuba!”, y la italiana la miraba con cara de resignación y ganas de que la dejaran tranquila. Cuanto mayor era la insistencia mayor la determinación de no moverse de la silla.
La salsa rebosaba en la terraza del Rumbos, empujaba las mesas hacia los extremos y conseguía que su amiga dejara el vaso de ron por un momento. Los cubanos en su medio, en su ambiente, y los “yumas” haciendo lo que podían convencidos de que el alcohol les había vuelto algo más caribeños. Menos Bianca, que huía hacia la barra en el momento que a su gente le daba por bailar.
Fue en la barra donde conoció Eddy. Él se acercó mientras ella se liaba un cigarrillo con los últimos restos de Amsterdamer que contenía el paquete. “¡Óyeme! ¿Qué es lo que tú fumas, chica? ¿Tú no sabes que eso es ilegal?”, le dijo cerca del oído. “¡Ojalá fuese algo ilegal! Es sólo tabaco”, “¿Te gusta la marihuana o qué?”, “¿Y a ti?”, “¿Qué tú crees? ¿Que soy policía o qué?”, “No creo”, “¿Cómo te llamas?”, “Bianca”, “Ciao, Bianca, io sono Eddy e mi piacce la Marihuana”, esto último lo dijo en voz baja y aún más cerca de su oído, “¿Sabes que es ilegal?”, respondió ella, “Aquí todo es ilegal... me pueden llevar a la cárcel por hablar contigo”, “No es fácil”, respondió la italiana sonriendo, “No, no es fácil... pero llorar no sirve de nada. Mira, aquí todos sonríen y bailan”, “¿Y tú? ¿No bailas?”, “¡Ah! Me has descubierto, no sé bailar”, “Ma, no lo creo, ¿es posible? ¿Existen cubanos que no bailan?”, “¡Lo ves, no soy un verdadero cubano! ¡Sono italiano!”, “Al menos no estoy sola en mi esquina antibaile”.

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