jueves, 2 de diciembre de 2010

Dos- La reaparición de Eddy







LA REAPARICIÓN DE EDDY


Bianca y Yoandri bebían solos mientras hablaban de pintura y de la vida de los artistas en la isla. De vez en cuando sonaba una salsa, él volvía a intentarlo y ella volvía a negarse, cada vez menos rotunda.

Entonces ella vio a Eddy, su deseado y misterioso Eddy, el desaparecido, que la miraba desde el otro lado de la terraza.

Bianca se propuso terminar lo que empezara dos días atrás con aquel trigueño intrigante.

Pidió al mulato que la disculpara un segundo y se acercó al amante número uno dispuesta a darle la explicación que creyó que él le pedía con la mirada.

Intachable Bianca.

Eddy la saludó dejando la voz caer como si le hablara por accidente o la hubiera visto diez minutos antes.

-Te he buscado- le dijo ella.

Luego le sonrió con la cara inclinada. Él le rozó la cintura con un dedo.

-Podrían detenerte por esto, lo sabes- dijo Bianca sin dejar de sonreír.
-No puedo evitarlo -contestó él pasando casualmente al lado de su oreja.

Bianca sintió el aliento de Eddy en el cuello y la mirada de Yoandri arañándole la espalda.

-Yo quería hablar contigo -le dijo al fin.

Él ya sabía. Todo el mundo lo sabía. Así funcionaban las cosas en Baracoa. No era necesario hablar, sin embargo dejó que Bianca siguiera con su discurso.

-¿Sabes? Hace dos días que te busco y...

Eddy la interrumpió.

-¡Sshhh! Aquí no. Vayámonos para otra parte. ¿Ok?
-Ok. Vamos. Pero tengo que coger mis cosas.

Aprovechó mientras el amante número uno se encaminaba a la puerta para despedirse del amante número dos, que le sonrió por encima de media botella de ron y dos vasos.

-Tengo que hablar con él -le explicó Bianca.
-Quédate conmigo. Ese chico no es buena compañía, ¿sabes?
-No te preocupes…

Corrió a la cancela de la salida donde le esperaba Eddy, se miraron y emprendieron el ritual de las escapadas. Él dirigiendo y ella unos metros detrás siguiéndole, sin hablarse ni mostrar contacto alguno, hacia la playa, donde no había farolas, ni rotas ni encendidas, donde las miradas indiscretas se perdían en la oscuridad y los jejenes se cebaban en los culos de los amantes.

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