miércoles, 8 de diciembre de 2010

Dos- El río

EL RÍO

Lo llamaban, se llamaba, Yumurí, aquello sonaba a aborigen. Aún quedaban restos de la población prehispánica en Cuba, pero no demasiados. Decían de Baracoa que era uno de los pocos lugares de de la isla en el que aún se podían encontrar personas con rasgos aborígenes. Fue el primer lugar al que llegaron los españoles y el último donde aún vivían los que les vieron aparecer, aunque fuera en los ojos y la piel de sus descendientes.

Gian Carlo, Fabrizio y Bianca, frente a Zuleima y Yaquelín, dos chicos y tres chicas en el coche alquilado del italiano. A Bianca no le salían las cuentas.

-No es lo que piensas –le dijo Fabrizio.
-¿Qué pienso?
-Yo sé lo que piensas. Que esto era una cita doble.
Ella rio.
-¿No es así?
-Piensa lo que quieras. Sólo te digo que no es verdad.
-Bien.

Bianca seguía rascándose los muslos y glúteos y Yaquelín se reía maliciosamente.

-Eso te pasa por ir a la playa a horas que no se debe .

Zuleima también rio.

-Estos jejenes -le repitió despacio y alto Zuleima a Gian Carlo- son terribles, ¿me oyes? Te pican en el culo cuando haces cosas malas en la playa… por la noche. Por el día no pasa nada.
-Por el día sí que pasa. Pasa que te vean, chica -puntualizó Yaquelín-. Oye, Zuleima, tú explícale bien cómo tiene que ir, para llegar al sitio bonito, que no vaya donde está todo el mundo.
-No te preocupes, chica, que yo ya le expliqué.

No convenía presentarse en los puntos más turísticos, si no querían que algún guía cabreado por haberles robado clientela les denunciara a la Policía.

Bianca seguía sintiendo que sobraba mientras que Fabrizio se consideraba afortunado por su inesperada presencia. Porque le seguía pareciendo preciosa aunque ella no le hiciera ningún caso.

Porque le aterraba la idea de tener que enfrentarse a Yaquelín a solas, que ella se pudiera poner seductora y tuviera que volver a frenar el impulso de besarla, como le había sucedido la noche anterior.


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