martes, 21 de diciembre de 2010

----- Despertar



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DESPERTAR


Y luego despertó sin tener ni idea de cuánto tiempo había dormido. Todo se le hacía extraño: la noche anterior, la discusión con Thomas, sus lágrimas. El cuerpo le pesaba como si tuviera todas las horas de fiesta pasadas apretándole contra el colchón. Permaneció un rato recomponiéndose y abriendo los ojos.


Parecía que era tarde, estaba soleado al otro lado del cristal y no se oía demasiado barullo en la calle. Se habría ido ya.


No tenía reloj. Hacía años que no llevaba reloj. Se guiaba por el móvil. “¿Dónde cojones tengo el móvil?”, pensó.


Lo encontró enterrado en su mochila y se dio cuenta de que lo había tenido abandonado. Encenderlo fue como entender lo lejos que estaba de su realidad. Eran las 14.15 y tenía una resaca triste que le invitaba a dormir de nuevo, pero sabía que no era una buena opción. Odiaba despertar con el día terminado.


Se decidió a levantarse y lavarse la cara. Los ojos hinchados, el pelo aún húmedo y enmarañado. Hizo lo que pudo y salió, con el móvil en la mano. No sabía dónde ir, dónde estaría Bianca, quién le esperaría en el Rumbos.


Nadie. En la terraza del bar había un par de turistas que no conocía.


Siguió caminando sin pensar demasiado. Con pasos rápidos y seguidos, con prisa por llegar al único lugar en el que podía haber alguien esperándole. Se dirigía a la estación de autobuses con la pantalla del teléfono cerca, insistente, recordándole que ya era tarde.


Cuando llegó, era tarde. No había ningún bus en la estación. Preguntó aún sabiendo la respuesta. Se había marchado. A su hora. Puntual. ¿Por qué tanta puntualidad de repente?


Quizás era mejor así.


Respiró hondo, resignada, y se marchó de nuevo camino al Parque Central, al Rumbos.

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