lunes, 10 de enero de 2011

----- Un policía cabreado

UN POLICÍA CABREADO

A Roberto nadie se la jugaba. El chico desapareció en el horizonte, donde sólo había polvo y plantaciones y él se quedó pateando el suelo, herido en su poder. Harto de aquellos niñatos, caminó hasta un teléfono público y llamó al cuartel.

-¿Alo? ¿Es la policía? –Cambió su voz para que no le reconocieran- Miren, yo quiero poner una denuncia contra Helen Balbis, porque ese chico anda metido en historias de drogas. Él y otro amiguito suyo que yo no sé el nombre, pero que es del mismo grupito, y con unas muchachas extranjeras, una española con el pelo raro y otra que parece gringa, guerita, guerita, con los ojos claros y el pelo rojo. [...] Yo vi como la chica española le dio dinero a estos muchachos a cambio de drogas. [...] Estaban donde el barco hundido, allí los vi a todos.

Y colgó.

Era cuestión de tiempo que aquellas ratas cayeran en sus manos. Se secó el sudor de la frente, miró de nuevo hacia el lugar por donde había desaparecido el chico y se encaminó hacia el centro del pueblo.

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