viernes, 28 de enero de 2011

Vuelta

Golpearon de nuevo la puerta y uno de los policías la abrió. Una mujer de mediana edad, bien vestida, entró rápida, escapando del agua de fuera. Se sacudió el pelo sin decir nada, ajena a la expectación que había despertado su llegada.

-Soy Amanda Jiménez, abogada. Me manda el consulado español para que me ocupe de los cuatro ciudadanos extranjeros que están detenidos.
-Bienvenida, señora Jiménez. Espérese un momentico, que avise al teniente Varela.
-Claro.

En cuanto el esbirro desapareció en busca de su superior, Amanda se acercó a los detenidos para presentarse. Manuel fue el primero en reaccionar erigiéndose como portavoz de todos. La masa, adormentada minutos antes se agitó con la recién llegada. Bárbara, Bianca y Diana se pusieron de pie tras Manuel y volvieron a la actitud guerrera, que tan poco les había funcionado al principio de la noche.

Ante el barullo que se empezaba a formar, Amanda intervino.

-Está bien, está bien, muchachos. Tranquilícense. Vamos a hacer las cosas bien, ¿ok? Sean buenos y esperen. Voy a pedir que me dejen hablar con ustedes a solas y me cuentan con tranquilidad.
-¡Pero todo esto es absurdo! ¡No han hecho nada! –exclamó Manuel.
-Ok. Entonces no se preocupen, no pasará nada. Pero tienen que ser pacientes y no desafiarles, porque los que mandan acá son ellos. ¿Entendido?

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