viernes, 28 de enero de 2011

Un- La salvadora

LA SALVADORA

No era lo que ella había imaginado, un salvador/a debería ser una persona que solucionara las cosas con su sola presencia. Pero aquella mujer que representaba al consulado de su país no parecía tener ningún poder especial. Diana siempre había pensado que la fuerza de las embajadas era arrolladora, que bastaba con nombrarlas para que los que le estaban fastidiando se cagaran por las paticas (como decían por allí), pero no era el caso. Lo cual hizo que la cagada fuera ella. Estaban en Cuba. Cuba, la pequeña isla del Caribe que mantenía en jaque al país más poderoso de la tierra, la que le había desafiado en varias ocasiones, la socialista, la que no creía en gigantes ni en enanos, la que no acataba las órdenes de nadie, la que sólo las daba, la revolucionaria… Se dio cuenta de lo mucho que había cambiado su realidad en unos días, desde que mirara esa mancha con forma de cocodrilo en el mapa como a una víctima de un orden internacional que no aceptaba que osasen a poner en duda a su líder, cuando la pequeña y la débil era la isla. Luego se acercó al pedazo de tierra en el agua hasta sumergir un pie en su día a día y descubrió nuevos débiles, éstos por las calles, luchando contra un gigante que lo invadía todo, que se metía en sus casas, en sus sueños y en las ollas vacías. Entonces la idea de Cuba perdió su forma, su razón, su corazón.

Hasta que un día, mejor dicho, una noche, traspasó una línea no delineada y era ella, mera espectadora horas antes, era ella la que esperaba su sentencia, la pequeña y débil contra un poder que le sobrepasaba y contra el que no servían embajadas ni estados. Sólo estar callada y suplicar para que la luz del día pusiera claridad en aquel cuarto y aquella historia.

En la calle era de día. En uno de los cuartuchos, Yolenys acariciaba a John mientras el canadiense dormía la mona. En el hall, Yuri, Omar y Yoandri permanecían esparcidos por el suelo con los ojos más o menos abiertos, sin perderse detalle de la situación y temiendo que, al final, todos se fueran y ellos se quedaran. Manuel daba paseos de un lado a otro de la habitación, esperando a que Amanda volviera de su charla con el teniente Varela. Bárbara volvía a rayar el suelo con la uña. Bianca estaba muy lejos del cuartel, mirando a algún punto indefinido y contando el tiempo al revés. Y Diana volvía a quedarse dormida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario