jueves, 13 de enero de 2011

Un- Omar

OMAR

Cuando el mulato apareció en el fuerte hacía más de una hora que las chicas estaban allí. Llegó serio, como siempre, con su paso ladeado y su turbante perfectamente conjuntado con la camisa, ambos de estampado africano y ambos impolutos.

-¿Qué pasó, asere? ¿Te perdiste en el camino o qué? –gritó Yuri en cuanto lo vio aparecer.
-Calla, calla.

Entonces se dieron cuenta de que estaba nervioso.

-¿Tienen un cigarrico?

No paraba de moverse. Se sirvió algo de ron, lo que quedaba, y se lo bebió de un trago.

-¿Entonces? ¿Qué te ocurrió?
-Me pararon lo perros. Yo no hice nada: iba para la casa de Eddy cuando me pararon. ¡Carajo! Eran tres perros, los tres preguntándome que a dónde iba, que qué hacía a esas horas por ahí. ¿Y yo porque no voy a poder estar en la calle? ¡Hijos de perra! Óyeme que de verdad pasé miedo. Tú sabes que cuando ellos quieren joderte lo hacen.
-Asere… ¿Y te dejaron marchar sin más?
-Después de hacerme mil preguntas sobre yo no sé qué de una droga… Me preguntaron por Helen, que si le conocía, que si le había visto hoy… yo no sé en qué anda, pero es un lío gordo.
-Ahora se explica porque no apareció, ¡mi madre!
-No, como lo agarren este no ve la calle en un tiempito. Allí no te sueltan, eso lo sé yo. Mira, pero yo pasé miedo de verdad, yo no quiero volver a allá dentro ¿eh?
-Tú no hiciste nada, asere. Estate tranquilo.
-Como si eso fuera una garantía. Muchacho, ¿en qué mundo vives? Ellos me dijeron: “sabemos quién es, le tenemos vigilado a usted y a todos sus amigos… váyase a casa y no salga”. Eso me dijeron.
-¿Y tú viniste aquí?
-No. Yo me fui a casa. ¿Dónde crees que estuve hasta ahora? Pero no podía, chico. Estaba histérico. Estuve como siglos allá. Ya no podía más. Comemierdas, eso es lo que son. Pero eso ya pasó, ya estuvo. Vamos a celebrar que estoy libre, ¿no?
-Seguro, muchacho. Vamos.

Y se sirvieron más pócima de olvido y tranquilidad, a cuatro euros tres cuartos de litro en la barra de cualquier bar. Sin limón, sin hielo, sin ningún tipo de suavizante, puro y ardiente olvido servido en vasos de plástico que no todo el mundo podía comprar. Desmemoria para cabezas que tenían demasiado que recordar, para una isla que vivía atrapada bajo el peso de una historia que le quedaba grande (demasiado grande).

No hay comentarios:

Publicar un comentario