martes, 1 de febrero de 2011

Vuelta

Su llegada fue un torbellino. A su alrededor, los agentes hablaban y daban órdenes sin que quedara claro a quién se dirigían. El sol pegaba fuerte al otro lado de la ventana y la bombilla llevaba tiempo apagada. Con la luz natural y la presencia de Amanda las caras habían mejorado. Eddy llegó custodiado por más de diez policías de todos los colores. Dos de ellos le arrastraban hacia dentro cogido por ambos brazos. Él miraba abajo, abatido, y se dejaba llevar.

Era Eddy, el presunto cabecilla de todo aquello. Le habían encontrado y él no parecía oponerse. ¿Sería cierto lo de la droga? Nadie se atrevió a decir nada, pero un murmullo recorrió los cuerpos que unos minutos antes yacían acomodados como podían entre el suelo y un par de sillas. Un murmullo que les hizo incorporarse sin ponerse de pie y mirarse con complicidad y miedo. Había que esperar. Pero esta vez la espera era menos abstracta y la esperanza más concreta.

Nadie dijo nada, pero todos estaban despiertos y atentos por si se escapaba algo de lo que sucedía en uno de los cuartos. Hasta Yolenys había pegaba el oído a la pared en un intento de entender lo que decían aquellas voces en la habitación de al lado mientras sacudía y chistaba a su marido para que dejara de roncar.

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