martes, 8 de febrero de 2011

Un- La huida






LA HUÍDA


Era de noche de nuevo. El día pasó todo lo rápido que pudo como para compensar la interminable velada anterior. Diana odiaba despertar cuando estaba oscuro, como le sucedía con las resacas. El alcohol de la noche estaba demasiado lejano como para doler. Cuba, sin embargo, le dolía en exceso, estaba demasiado cerca, adherida, herida.

Bianca y ella se fueron al Rumbos, como cualquier otra noche. Y allí estaban los extranjeros y Amanda, a los cubanos no se les veía. Se sentaron con ellos. El ron le quemaba la garganta. Era incapaz de tragar y, sin embargo, no dejaba de intentarlo con sorbos pequeños, queriendo volver a la Cuba de la fiesta y el baile.

Habían encontrado a Helen y ambos confesaron haber visto la droga, que, sin embargo, no tenían. La investigación seguía abierta y buscaban a una pareja de extranjeros, los que se habían llevado la mercancía, con los que les habían confundido. La información de los detenidos les descartaba.

“La policía lamenta lo ocurrido”, repitió la cubana, diplomática. Diana también lo lamentaba.

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